La costumbre del recuerdo de boda
Costumbre relativamente común en nuestros días es hacer pequeños regalos a los asistentes a la boda a modo de agradecimiento por su presencia, y como recuerdo del evento. Generalmente no son obsequios ni muy voluminosos, ni demasiado costosos. Hay que tener en cuenta que probablemente tengamos bastantes invitados a los que ofrecer el regalo.
Tradicionalmente a los caballeros se les solía entregar un puro, o una cajetilla de cigarrillos, grabada con los nombres de los novios y la fecha. A las damas normalmente se les hacía entrega de una pequeña cesta con dulces, por ejemplo las típicas peladillas, o incluso una figura de porcelana, o un muñeco, a modo de recuerdo de la boda.
Hoy en día las posibilidades son mucho más variadas y las empresas especializadas en estos regalos y recuerdos tienen catálogos enormes. Pueden ser tanto objetos simplemente decorativos, siempre con algún pequeño texto conmemorativo del enlace, como objetos con una cierta utilidad práctica. De hecho la tendencia es ofrecer pequeños obsequios que puedan ser de útiles a quien los recibe: plumas, juegos de bolígrafos, encendedores, marcos para fotos, pequeños neceseres de viaje, abridores para botellas de vino, o atillos de arpillera rellenos con toallitas Näps de Hecho por Kit, etc. En cualquier caso siempre deberían ser de pequeño tamaño para no complicar la vida al invitado.
Lo ideal es que los novios entreguen estos recuerdos de boda personalmente, pasando de mesa en mesa. El momento más adecuado puede variar un tanto, pero generalmente suele hacerse justo tras tomar el postre, antes de que comience el baile.
Se originar y regala algo que sirva de «práctico» recuerdo.
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